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intensa

¿qué tiene esta casa fúnebre?
grito sordo,
enfermedad supletoria,
relámpago negro,
allá mis memorias,
por allí mis niños muertos,
¿no hay un río de silencio?
tremendo silencio, el mío…

¿volverá la luz al campo
a limpiar esta jaula?
¿crecerán nuevas hojas
en mis nuevos brazos
si voy al cielo?
he de ir, he de ir.
y mis saltos
y mis dedos
y mi esperanza rota.
Siniestro colador bajo las camas,
mis agujeros negros,
las galerías de mi cuerpo,
mi vientre llorando,
a una boa triste en el jardín
se abraza.

Una boa se alimenta,
no sé cuánto la amo,
no sé cuánto la quiero
más que a mí
y me alimenta,
y le envío cartas,
y se come mis diarios,
y el mundo se enamora de ella,
tienen que hacerlo.
Yo soy un fantasma,
un espejo,
un relato,
un nada.

¿me voy a quemar para la boa de mi cuerpo?
¿me voy a quedar con lo que yo tengo de ausencia?
¿en mitad del camino como soplo de verano?
¿en lugar que no esté muerto?
tiene nombre el atlas de mi casa,
¿por qué me destierras?
aparta de mi dirección tus dedos
o te como como furia,
no tienes derecho,
nunca derecho,
tú eres igual que ninguna.

me quedé sin el aire
yo me quedé sin él
mientras nacía
y ahora lo busco.
vienen a robarme
desde joven
por dentro y por fuera
y me hago pedazos y me vacío,
y me hago lo que puedo
¿tú qué harías?

 

 

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que no voy a encontrarte
no voy a saberte hombre, niña,
no seré hombre ni madre
ni en los pedazos de la sombra
del corazón sin plomo
del peso que no tienes
en el alma
rota.
que no voy a saberte
abrir como la fruta
mi cama solitaria ese día
sin noche
las flechas en el pecho
en el océano en punta
del cuerpo compungido
abandonado, solo, caspio, sin vida
un desierto de las cosas que nos mecen
en silencio
cuando el silencio estorba.

patricia azahara

 

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palabra de dios

uno tras otro
escalera de disculpas
ya no tengo mejores
mis mejores se quedan pequeños
no entro y no quepo ya
y tú eres más grande
como un castillo de moros
a donde mis orillas no llegan
en donde no conquisto.

Y entonces cambia el huracán
y se pone mis nombres
sopla y la tierra se ha roto
y me hago un agujero sobre la tierra
porque yo estoy llena como una madre
o como un jarrón abierto
pero no puedes mirarme
porque tengo la cara de dios
la misma oscuridad que dios
que habla en todos los idiomas
porque ninguno le vale.
p.a.

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Dios en la boca

dav

no me aprietes ahora
mis delirios,
los quistes,
me sacas los huesos, la piel,
la fruta de la boca,
las ciruelas de los dientes,
se me rompen las venas
con tus dedos,
no me toques,
no me aprietes
para parar los gritos,
no,
que mi cuerpo canta
y me tragaré la lengua
si no,
un nido de pájaros,
en la cintura, me tragaré
los espasmos,
los verbos del hombre vivo
en la mujer echando los mares
me ahogaré.

Aunque tengas miedo,
aunque te abandono,
y mi cara tiene los ojos ciegos,
los monstruos viven en mí,
los monstruos se comen mi cara
con bocados hambrientos,
no me arranques
las olas en el ombligo hay un centro casto
que se cae
con la boca de dios,
con un dios en la boca.

p.a.

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Amor a lo Jaime Sabines

Para cuando vuelvas, mi amor, ¿qué será de mí para cuando vuelvas?

Tendré alas en el cuello, nidos en la melena. Nada será lo mismo, amor, habré vaciado mi casa, habré inventado un funeral para el amor, habré escenificado tu muerte sucesiva.

Sucesiva fuente inacabable. ¿Qué hacer, amor, frente a la memoria? Nada que hacer y todo por hacer con el dolor. Fuente llameante.

Con el mismo dolor al otro lado, amor, no vuelvas con el mismo amor.

P.A.

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el nombre de las cosas vivas

Empotrar,
embestir cemento,
y hacer cimiento de nada.
Poner clavos, poner clavos,
colgar velos, colgar velos,
mantas sobre las alas del olvido.
Voces en cajas, vestir suspiros.

Quiero
palpar con las manos
y las sienes,
dormirme sobre el agua.
Estatua, estar contigo,
atarme, meterme dentro.
Oye,
que mi cuerpo
no me aguarda.

Quiero
comerme un acertijo
lleno,
repleto, tierno, redondo,
que me suene a ombligo,
grande, teniente,
tiento de tanto,
en brazos crujiente,
tronando,
de rostro inmenso,
de cejas enterradas,
de ventanas en rejas,
del coche en la puerta,
de pared empolvada,
de montículos de pueblo,
de tranco, de fuente,
de estar como en casa,
de balcones en el mundo
y aunque sea pequeño,
y aunque sea un bolsillo,
y aunque no sea nada,
una alfombra de bolsillos
y mis cosas llenas
en mis manos blancas
como una estatua.

La vagina de un reloj abierto
por la última página
que termina en la pulpa
de todas las lenguas
con tu nombre en la punta,
con el nombre que aúnas,
con el nombre que te guardas,
con el nombre verdadero
de las cosas vivas.
Con un ciempiés
de mil nombres
contoneándose
en tu cueva
desnuda
que no se acaba,
que no se acaba
y se contonea.
Y estoy enamorada,
joder, de la palabra
sucia de tus vestidos.

P.A.